En Malta el color juega una partida mano a mano con el sol, mientras el agua mira silenciosa en su vaivén eterno, meciendo a los luzzus y decorando  con reflejos transparentes la superficie del mar. Es entonces cuando el color estalla y se multiplica en mil tonos. Transforma las puertas a placer...las paredes...los letreros y se baña en la piel de las mujeres bronceando con miel sus rostros. Recorre las calles y engalana  el aire con un ritual de papeles al viento y música de fiesta.

  Malta nos regaló un sueño...nos hizo pródigos para siempre de su encanto. Nos desveló secretos milenarios escondidos en catacumbas y yacimientos que  guiaron nuestros pasos en este viaje. 

Entre abalorios encontrados en las orillas de las islas, recorrimos el camino que nos llevó al Blue Hole de Gozo. En sus entrañas pinté una obra tan enigmática como  el lugar donde fue creada.

The Blue Lagoon en la isla de Comino me hizo presagiar instantes únicos. Mientras pintaba en sus aguas cristalinas, iba recordando la historia del Conde de Montecristo escrita por Alexandre Dumas y rodada para el cine  en este escenario.  Mi hijo Dan y yo caminamos hacia la cueva  donde el protagonista encuentra su tesoro...nosotros también lo encontramos: nos sumergimos en su caleidoscopio de destellos. Sucedió una tarde bajo la atenta mirada del "Castillo de If"

Después nos hicieron enmudecer los atardeceres y finalmente... cuando la luz de la tarde convirtió en oro el cabello de María nos subimos al viejo autobús que nos dejó en la estación del tiempo, en la que tan solo transita el recuerdo y la nostalgia.