sábado, 20 de julio de 2013
Reconozco que el placer de navegar no puede compararse a ningún otro. Me siento hechizado por la belleza y la soledad de ciertas calas del Cap de Creus. Llegar a ellas en familia y compartir las aguas serenas y frías en la intimidad más absoluta... me seduce cada vez más. Dirijo la embarcación dejándome mecer por las olas y al atardecer… cuando el mar se convierte en un espejo de color rosa y añil regreso a puerto. Es simplemente alcanzar la armonía en estado puro.
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